Desde mediados del siglo XIX, en diversas oportunidades el lúpulo ha sido introducido y considerado como un cultivo de interés para distintas zonas de Chile.
Fue en 1851 que el ministro y diplomático chileno Silvestre Ochagavía internó las primeras plantas desde Europa, logrando cosechas exitosas hacia 1857.
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Primeros intentos de una industria nacional
A partir de esa fecha comenzó una serie de intentos por desarrollar la industria lupulera nacional, los primeros de ellos, en 1861 por Watherhouse en Longavi y en 1883 en el fundo El Arenal de Linares.
Apenas un año después, en 1884, Karl Andwanter en Valdivia, quien debido a la constante y creciente demanda de lúpulo en la cervecería que llevaba su nombre y que por esos años producía unos 700.000 litros de cerveza al año, comenzó a cultivarlo en algunos campos de la zona centro-sur, pero su uso parece haberse limitado sólo a su propia cervecería.
En 1889, por ejemplo, ya se señalaba de Andwanter:
A su sombra se ha desarrollado en el país el cultivo del oblon (lúpulo) i la cebada (sic).
Intentos posteriores también durante el siglo XIX fueron llevados a cabo por la Sociedad Nacional de Agricultura (1889) y el Consejo de Enseñanza Agrícola con Hugo Thoman en Chillán (1890).
La industria del lúpulo en el siglo XX
Durante el siglo XX, Prospero Durand en Los Andes, Peñaflor, Santiago, Maipo, Talca y Galvarino (1906 y 1939) y el Departamento de Enología y Viticultura del Ministerio de Agricultura en la Quinta Normal (1930) también hicieron lo suyo.
La suma de estas tentativas permitieron crear una industria lupulera nacional que según estimaciones de la época alcanzó una superficie aproximada de 50 hectáreas en 1937.
Más tarde, en la segunda mitad del siglo, se constituyeron otros esfuerzos por afianzar el cultivo en Chile de la mano de la Compañía Cervecerías Unidas en Paine, San Carlos y Osorno (1966-1969) y CORFO en Talca, Chillán, Temuco, Valdivia y Osorno (1982).
Establecimiento de una zona agroclimática
A partir de 1980, los investigadores buscaron establecer la zona agroclimática de Chile más adecuada para su cultivo y desarrollo y obtener así buenos rendimientos.
El primer intento en este sentido fue realizado por investigadores de la Universidad Austral en Valdivia (1980).
Más tarde, en 1998, investigadores de INIA Tamel Aike de Coyhaique en colaboración con empresas privadas (ARM Chile y S.S. Steiner) intentaron establecer el cultivo a través de un proyecto de ensayo en la Región de Aysén que logró introducir material vegetal de 5 especies norteamericanas (Galena, Chinook, Nugget, Yakima Cluster y Willamette) para iniciar un programa de propagación, establecimiento y evaluación de dichos genotipos.
En agosto de ese mismo año se comenzó a ejecutar un proyecto FONDEF denominado «Obtención de extractos premium de Cápsicos y Lúpulo para uso en la industria alimentaria y otras relacionadas» que fue llevado a cabo por la Universidad Católica, el INIA e Inversiones Eleutera.
Dentro de ellos se consideraba manejar dos unidades experimentales en Chile Chico y Lago Elizalde, sumando a las 5 variedades americanas, 11 ecotipos chilenos recolectados entre las ciudades de Osorno y Cochrane.
Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos y a partir del último decenio del siglo XX la superficie de cultivo no siguió aumentando debido a diferentes causas.
Entre las principales estuvieron la baja demanda del producto por parte de la industria cervecera nacional, la falta de condiciones climáticas adecuadas (heladas tardías), la escasez de mano de obra capacitada para un adecuado manejo y cosecha y la presencia de patógenos.
Actualmente, desde ya entrado el siglo XXI, se desarrollan iniciativas privadas que buscan reactivar el cultivo de lúpulo en las zonas de Cunco (Cervecería KAF), Valdivia (Lúpulos del Ranco) y Osorno (Lúpulos Puyehue).
El lúpulo llega a Argentina
Existen dos versiones sobre la introducción del lúpulo en la Argentina. Una de estas versiones, al parecer con mayor base en leyendas que en sustento histórico (hasta ahora no verificables), cuenta que quienes lo introdujeron fueron los galeses durante su migración.
La otra versión, con mayor sustento histórico, relata que el lúpulo habría sido introducido en Argentina por inmigrantes Alemanes provenientes del sur de Chile.
A principios del siglo XX el fértil valle de El Bolsón albergaba una fuerte corriente migratoria chilena que se venía asentando, con suerte diversa, desde 1883.
Al comienzo los chilenos se acercaban con la intención de pastorear sus animales y luego volvían a su lugar de origen.
Muchos de ellos ignoraban a quien pertenecía la tierra en la que pastoreaban, ya que recién en 1902 se expidió la Comisión de Límites, que, con el arbitraje de la Corona Británica había dirimido la cuestión limítrofe.
A partir de 1887 comenzaron a realizar ciclos de siembra, construyeron precarios galpones, incipientes corrales y huertas familiares.
La historia de Otto Tipp
Se dice que el primer esqueje de lúpulo procedente desde Chile habría sido plantado en 1905 en el Bolsón por Jorge Hube, un prospero comerciante chileno descendiente de alemanes que provenía de la ciudad de Osorno.
En esos tiempos se lo usaba como planta trepadora ornamental, para fines medicinales y culinarios.
Habría sido Otto Tipp, otro inmigrante alemán del sur de Chile, quien primero lo habría utilizado para elaborar cerveza casera.
Durante años, elaboró cerveza en enormes barriles de 200 y 300 litros utilizando las flores del lúpulo que ya crecían en la zona.
Cuando la bebida estaba lista, Otto levantaba en un improvisado mástil ubicado en las alturas de la loma cercana una bandera blanca y esta era la señal esperada por los vecinos para acercarse a la casa.
El ritual repetido a lo largo de los años quedó grabado en la memoria de los viejos pobladores del Valle Bolsonés
Una vez que Tipp vendió su tierra a Don Antonio Merino se fue de la localidad, pero el lúpulo, mantenido hasta ese entonces en los límites de su propiedad, se propagó con libertad y fue en esa proliferación descontrolada donde el lúpulo encontró en el clima de estos valles el hábitat natural para su desarrollo.
Pasarían muchos años para que otro inmigrante, croata esta vez, descubriera el potencial económico que se ocultaba en el lugar.