En las brumosas calles del medievo inglés, cuando el sol apenas despuntaba, el humo de las chimeneas anunciaba que las alewives (brewess o brewster) -las mujeres cerveceras de la época- comenzaban su ritual diario.

La historia de las alewives
La historia de las alewives
Raiola Networks

Con sus distintivos sombreros puntiagudos, estas artesanas fueron las verdaderas pioneras de la industria cervecera británica, aunque su historia fue distorsionada y en ocasiones borrada por las fuerzas políticas y religiosas de su época.

Los orígenes de una tradición milenaria

La elaboración de cerveza en Inglaterra, hasta el siglo XV, era un dominio casi exclusivamente femenino en donde las alewives (plural de alewife) no solo producían cerveza para sus familias, sino que transformaron esta actividad doméstica en uno de los primeros modelos de emprendimiento femenino documentados en la historia británica.

Durante la Edad Media, elaborar Ale (cerveza sin lúpulo) era tan común como hornear pan y cada aldea tenía sus alewives reconocidas, que vendían el excedente de su producción en sus propios hogares o en los mercados locales.

Según registros de la época, el consumo diario de cerveza podía alcanzar hasta un galón (4,5 litros) por persona, ya que la cerveza no era simplemente una bebida recreativa; era una fuente esencial de calorías y nutrientes en una época donde las fuentes de agua solían estar contaminada.

El impacto de estas mujeres en la economía rural era tan significativo que en aldeas como Brigstock y Wakefield en el centro-norte de Inglaterra, los registros históricos muestran que hasta un tercio de las mujeres eran cerveceras activas.

Esta independencia económica, aunque limitada, era especialmente notable en una sociedad patriarcal.

Judith Bennett en su libro Ale, Beer, and Brewsters in England señala:

En Brigstock, antes de la plaga, más de 300 mujeres (aproximadamente un tercio de las mujeres que vivían en la mansión) elaboraban cerveza para vender. En Alrewas (Staffordshire), durante las décadas de 1330 y 1340, entre 52 y 76 cerveceras vendían cerveza cada año (en un pueblo con aproximadamente 120 hogares). En Wakefield (Yorkshire), entre 1348 y 1350, 185 mujeres (lo que representa casi un tercio de todas las mujeres) elaboraban cerveza para vender.

Por otro lado, la Assize of Bread and Ale (Assisa panis et cervisiae), una legislación vigente en el periodo medieval, regulaba entre otras cosas el precio de la cerveza en función del costo del grano y controlaba su calidad, destacando la relevancia del oficio de las alewives como parte integral de la economía.

La elaboración medieval de cerveza

Antes de la popularización del lúpulo en el siglo XV, las alewives utilizaban una mezcla de hierbas llamada gruit, compuesta principalmente por mirto de brabante, aquilea y romero.

Este conocimiento herbolario, transmitido de generación en generación, vinculaba a la cerveza con rituales y propiedades curativas.

En ese tiempo, no existía un conocimiento formal sobre microbiología o levaduras como la entendemos hoy, por lo tanto, la fermentación natural, lograda mediante levaduras salvajes del ambiente y las técnicas de conservación utilizando hierbas con propiedades antimicrobianas, fueron innovaciones que desafiaron la percepción de las alewives como simples cocineras.

No obstante, esta combinación de ciencia y misticismo, en una época marcada por el miedo a lo desconocido, comenzó a asociarlas con prácticas «peligrosas».

Símbolos y estigmas

El simbolismo asociado a las alewives desempeñó un papel crucial en su transformación. Una escoba colocada sobre la puerta —conocida como ale-stake— indicaba que había cerveza fresca disponible para la venta.

Este simple gesto evolucionó hasta convertirse en un emblema cultural, pero con el tiempo, las mismas herramientas que simbolizaban su oficio fueron reinterpretadas como elementos de brujería.

Madre Luisa Alewive (1650)
Madre Luisa Alewive (1650)

El sombrero alto y de ala ancha, utilizado originalmente para destacar en mercados abarrotados, también se convirtió en un símbolo del «mal».

Junto a él, la estrella cervecera, un talismán de seis puntas que representaba los ingredientes esenciales de la cerveza, fue asociada con la magia negra debido a su semejanza con la Estrella de David.

Este vínculo con símbolos judíos y paganos no pasó desapercibido por la Iglesia católica, que comenzó a perseguir a las alewives como parte de su cruzada contra «herejes» y «brujas».

En ciudades como Oxford, la industrialización y las regulaciones estrictas continuaron desplazando a las cerveceras inglesas, quienes comenzaron a enfrentar barreras como la ley de Eduardo III, denominada «Alewives Act», que hacía responsables a los maridos por la calidad de la cerveza de sus esposas.

La inquisición y la caída de las alewives

Durante los siglos XV y XVI, la Inquisición española y otros movimientos similares en Europa marcaron el declive de las alewives.

La Iglesia, aliada con empresarios hombres que deseaban monopolizar la creciente industria cervecera, propagó la idea de que las mujeres involucradas en la elaboración de cerveza eran brujas que servían al diablo.

Esta transformación no fue casual. Tal como Helen Ellerbe señala en The Dark Side of Christian History, la caza de brujas desplazó a las mujeres de campos como la medicina herbolaria y la elaboración de cerveza, consolidando el control masculino sobre estas industrias.

La acusación de brujería permitió a la Iglesia y al Estado confiscar propiedades y eliminar la competencia femenina.

La imagen de las alewives fue demonizada, sus calderos se convirtieron en herramientas de magia oscura y sus gatos -que mantenían a raya las ratas que buscaban comerse el grano- en espías del diablo.

Esta transición a un oficio predominantemente masculino estuvo acompañada además por nuevas regulaciones que excluían a las mujeres del comercio.

Este cambio coincidió con la propagación de la cerveza con lúpulo desde los Países Bajos y Bélgica, un mercado controlado mayoritariamente por hombres.

Después de la Peste Negra, el mercado se contrajo drásticamente, lo que agravó aún más la exclusión de las mujeres de la industria. 

Un legado oculto y redescubierto

A pesar de la persecución, el impacto de las alewives en la cultura cervecera británica es innegable y sigue vigente al día de hoy.

Establecieron las bases de la elaboración artesanal, crearon redes de distribución local y desarrollaron recetas que inspiraron estilos clásicos ingleses.

Su legado intentó ser relegado a los márgenes de la historia, pero su influencia perdura en cada cerveza artesanal que se produce hoy.

En la actualidad, un movimiento creciente busca reivindicar este legado. Cerveceras modernas exploran técnicas históricas y experimentan con ingredientes tradicionales como el gruit.

Este renacimiento celebra no solo la calidad de la cerveza, sino también el papel de las mujeres como guardianas del conocimiento y la innovación cervecera.

Mujeres, magia y cerveza

Las alewives fueron mucho más que cerveceras; fueron líderes comunitarias, innovadoras y víctimas de una narrativa histórica que buscó borrar su aporte y existencia.

Así que la próxima vez que brindemos con una Ale inglesa, recordemos a estas influyentes mujeres cuya resistencia desafió siglos de opresión y nos legó uno de los oficios más antiguos y universales de la humanidad.

Su historia, rica en complejidad y simbolismo, nos invita a reflexionar sobre cómo la tradición, la ciencia y el poder han moldeado nuestras culturas y economías.

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